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Artículo en lengua española

El teatro de los monos en torno al macaco Kaka

Imagen de portada: Imagen de ejemplo Pixabay
En los paisajes tropicales de Vietnam, donde las selvas albergan un reino de primates salvajes, se ha desarrollado una historia que difumina dolorosamente las fronteras entre el ser humano y el animal, entre el amor y la ley, entre la fama viral y la responsabilidad ética.
En el centro está Kaka, un macaco juguetón cuyo nombre resuena en las redes sociales: un pequeño mono que, a ojos de millones de seguidores, se convirtió en símbolo de inocencia y alegría. Sin embargo, detrás de los vídeos adorables que cosecharon cientos de miles de clics acechaban sombras oscuras. Vestir a la hembra de macaco con pañales y vestiditos, hacerla correr sobre dos patas y obligarla a vivir como un híbrido entre humano y simio es una expresión de desprecio hacia el mono, no de amor por un animal.
Prácticas ilegales que pusieron al dueño en el punto de mira de las autoridades, un decomiso que puso patas arriba la vida del animal y una ola de indignación que se extendió hasta los rincones más remotos del mundo. Esta narración gira en torno a Ngoc, el propietario cuyo canal de YouTube «Monkey Kaka» creó un fenómeno global; en torno a métodos dudosos para captar atención; en torno a la mano firme de las autoridades vietnamitas de protección de la fauna; y en torno a una contracampaña que incita al público contra esas instituciones: una espiral de controversia que, en noviembre de 2025, sigue resonando y plantea interrogantes sobre derechos animales, corrupción y conflictos culturales.Todo comenzó hace unos años en la provincia de Thanh Hoa, considerada el corazón de la población de monos de Vietnam, donde macacos —especies como el macaco rabicorto o el macaco rhesus— habitan los bosques, pero cada vez más caen víctimas del mercado negro.
Ngoc, un ambicioso creador de contenidos, descubrió a Kaka siendo aún cría en un comercio ilegal, donde animales salvajes son arrancados de la selva y vendidos como mascotas.En lugar de liberarla o denunciarla como exige la ley, la integró en su hogar: un hábitat improvisado y caótico en un edificio de oficinas reconvertido sin instalaciones sanitarias adecuadas, tal como revelaron después los críticos.
El mono, que nunca conoció la libertad del bosque, se convirtió en estrella. Los vídeos lo mostraban jugando con juguetes, picoteando frutas o interactuando con la familia, incluida la pareja de Ngoc y más tarde el mono más joven Mit, adoptado como «compañero».Estos clips, llenos de momentos conmovedores, explotaron en YouTube y TikTok, atrayendo millones de visualizaciones y convirtiendo a Kaka en un icono de internet. Pero lo que parecía entretenimiento inofensivo ocultaba graves infracciones. Mantener macacos como mascotas está estrictamente prohibido en Vietnam, pues estas especies están protegidas por la ley de conservación de la fauna. Cada año se cazan furtivamente miles de monos —robados de la naturaleza y vendidos a laboratorios, medicina tradicional o como compañeros «exóticos»— y las autoridades luchan contra una avalancha de casos que desbordan sus capacidades.Ngoc lo sabía, pero lo ignoró, impulsado por la adrenalina de los contadores de clics que aseguraban sus ingresos. Informes indican que no solo tenía a Kaka y Mit, sino posiblemente también a Puka, un tercer animal que más tarde murió trágicamente —todo sin licencia, lo que alimentó acusaciones de explotación.
Las «peores artimañas» del dueño no radicaban solo en la ilegalidad, sino en la presentación pública. Al escenificar a los monos como «miembros de la familia», normalizó el comercio ilegal, inspiró a otros a imitarlo y contribuyó sin querer a la demanda que diezma las poblaciones salvajes. Voces controvertidas le acusaron de instrumentalizar a los animales por lucro, de mantenerlos en espacios reducidos lejos de sus necesidades naturales e incluso de negligencia cuando Kaka, con la edad, se volvió más delgada y menos «obediente», despertando especulaciones sobre la inminente llegada de un mono «de reemplazo».Entonces llegó el punto de inflexión. En junio de 2024, tras meses de vigilancia por parte de la ONG Education for Nature Vietnam (ENV) —fuerza líder en la lucha contra el tráfico de fauna—, Kaka, junto con Mit y posiblemente Puka, fue decomisada por las autoridades. ENV, que procesa cientos de denuncias al año y colabora con autoridades locales, identificó el canal como ejemplo paradigmático de entretenimiento ilegal: un caso que no solo violaba la ley, sino que llegaba a millones y glamorizaba el comercio.La redada fue precisa. Agentes irrumpieron en la vivienda, tomaron a los animales bajo custodia y los trasladaron al Parque Nacional de Bến En, un área protegida que funciona como centro de rehabilitación.
Allí, Kaka y Mit serían «renaturalizadas» —un proceso que las acostumbraría gradualmente a la vida salvaje, lejos de influencias humanas—. Para las autoridades, fue una victoria en la guerra contra el mercado negro.Los macacos mantenidos como mascotas suelen sufrir estrés, alimentación inadecuada y enfermedades; su liberación o reubicación en santuarios protege no solo a los individuos, sino a la población entera. Vietnam, firmante de acuerdos internacionales como CITES, ha intensificado la aplicación en los últimos años, documentando decomisos de más de 1.500 macacos anuales y creando centros para combatir la superpoblación y las malas condiciones. Sin embargo, para Kaka, que solo había conocido la cercanía humana desde su nacimiento, aquello marcó el inicio de un trauma. Informes describen cómo ella y Mit fueron alojadas en jaulas estrechas con monos desconocidos, lejos de sus juguetes, frutas y familia. Puka, el miembro más joven, colapsó en un mes —depresión, pérdida de apetito y muerte prematura fueron achacadas a los representantes de ENV, que lo diagnosticaron como consecuencia de la separación, mientras críticos denunciaban rigidez burocrática y falta de evaluación caso por caso—. No obstante, la única culpa recae en Ngoc, que antepuso el lucro a todas las leyes.La renaturalización, que incluye observación conductual y liberación gradual, está científicamente fundamentada —estudios muestran que primates habituados pueden prosperar en santuarios—, pero en el caso de Kaka parecía cruel. Vídeos grabados a escondidas por Ngoc muestran a los monos llamando desesperados, demacrados y desorientados, avivando el debate sobre su bienestar. ¿Es realmente protección arrancar a un animal de un vínculo afectivo —aunque ilegal— para sumergirlo en un aislamiento que lleva al colapso psicológico?¿O el decomiso era la única vía para sentar precedente y frenar el comercio?Aquí entra Ngoc como antagonista de las autoridades, un hombre que, pese a su error, asciende a autoridad moral. El dueño, que nunca debió tener a Kaka, transformó su dolor en una campaña magistral. Inmediatamente tras el decomiso, lanzó una ola de movilización, aprovechando a sus fans internacionales —una comunidad de Europa, EE.UU. y Asia que veneraba a Kaka como «hija»— y prometiendo recompensas a quien ayudara a recuperarlos.
Las peticiones explotaron en plataformas como Change.org. Una exigía la devolución de Kaka, Mit y Puka a sus «familias humanas», argumentando vínculos emocionales y comparando el caso con precedentes como Molly, la urraca australiana que regresó en 2024 tras presión pública, o Bibi, un macaco vietnamita autorizado a volver con su dueño en 2023 estando enfermo y traumatizado.Otra petición atacaba a ENV y aliados como la Social Media Animal Cruelty Coalition (SMACC) como «burocráticamente corruptos», acusándolos de destruir monos felices mientras verdaderos cazadores furtivos y maltratadores quedaban impunes. Ngoc filmó visitas al parque nacional, mostró la miseria de Kaka en clips sensacionalistas y apeló a la sensibilidad global: «¡Mirad cómo las autoridades provocan sufrimiento!». Sus narrativas —apoyadas por artículos en Substack y hilos en Reddit— pintaron a ENV como un régimen despiadado que opera en un contexto «comunista» donde se reprime la disidencia.Incluso amenazó con revelar presuntas amenazas contra simpatizantes que enviaban cartas al gobierno y comparó la situación con éxitos internacionales donde animales regresaron tras protestas. Esa incitación funcionó. Millones compartieron historias que retrataban a las autoridades vietnamitas como rígidas e inhumanas, mientras el canal de Ngoc, pese a pausarse, seguía creciendo gracias al contenido de fans. Se formaron alianzas globales —desde PETA, que denuncia el comercio más amplio de monos en Vietnam, hasta amantes de los animales que sostienen que canales como Monkey Kaka son educativos y exponen el abuso en vez de fomentarlo—.Ngoc se posicionó como héroe-víctima luchando contra una burocracia abrumadora, ignorando su propio papel en el sistema que co-critica. Sus acciones no solo despertaron empatía por Kaka, sino que avivaron sentimientos anti-vietnamitas. Los foros se llenaron de acusaciones de «crueldad animal estatal», las peticiones reunieron miles de firmas dirigidas al presidente Luong Cuong y al primer ministro Pham Minh Chinh, e incluso valores budistas como la compasión fueron instrumentalizados para desacreditar a las autoridades —irónico, pues Vietnam los promueve en foros internacionales—.Hasta noviembre de 2025, el caso se ha convertido en un espectáculo mediático global que expone las tensiones entre protección animal y libertad individual. Kaka y Mit siguen languideciendo en el parque, su renaturalización paralizada por las protestas continuas, y la campaña de Ngoc no solo ha multiplicado su alcance, sino que ha aumentado la presión sobre ENV, ahora enfrentada a acusaciones de arbitrariedad.
Expertos como biólogos y ONG subrayan que el comercio ilegal de mascotas en Vietnam —con estimaciones de miles de macacos decomisados al año— amenaza la biodiversidad, y casos como este deben disuadir la caza furtiva. Sin embargo, la carga emocional domina. Los partidarios de Ngoc ven en la historia una metáfora del exceso estatal, citando estudios que muestran cómo los primates forman vínculos en cautiverio humano y cómo la separación provoca depresión. Los opositores replican que el verdadero amor no va de la mano con la ilegalidad y que la renaturalización, pese al sufrimiento inicial, garantiza el bienestar a largo plazo de los animales. Una cosa está clara: los monos nunca deben volver con Ngoc.El debate arde en foros, peticiones y artículos de todo el mundo, retratando a Vietnam como un país que avanza en protección ambiental —con leyes más estrictas y cooperación internacional—, pero que falla en sensibilidad en casos individuales. La incitación de Ngoc ha triunfado.El público, especialmente en Occidente, desconfía ahora de las autoridades vietnamitas, mientras voces locales callan por miedo a represalias en un sistema que ahoga la crítica. Al final, Kaka queda como daño colateral en esta guerra: un mono nacido para clics, salvado por leyes y sacrificado por la indignación. La historia advierte: en un mundo donde lo viral moldea la realidad, la protección animal no solo debe aplicar leyes, sino ganar corazones para evitar la crueldad sin crear nuevas.
Si Kaka regresa algún día, si la renaturalización triunfa o si la cruzada de Ngoc lleva a reformas —una cosa es segura—. Esta saga ha sensibilizado al mundo, pero ¿a qué precio?
Se dice que el macaco está preñado. El pequeño debería nacer en libertad, lejos del insaciablemente codicioso Ngoc y de su vergonzoso teatro en torno a su hija mona.

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